REGLAS PARA LA DIRECCIÓN DEL ESPÍRITU. (Rene Descartes, 1596-1650)



RENE DESCARTES.[1]
René Descartes, también llamado Renatus Cartesius, nació en La Haye en Touraine, Turena, el 31 de marzo de 1596 y falleció en Estocolmo, Suecia, el 11 de febrero de 1650. Fue un filósofo, matemático y físico francés. En física es considerado como el creador del mecanicismo,  en matemáticas de la geometría analítica,  se le asocia con los ejes cartesianos en geometría, con la iatromecánica y la fisiología mecanicista en medicina, con el principio de inercia en física, con el dualismo filosófico mente/cuerpo y el dualismo metafísico materia/espíritu, por lo que es considerado el padre de la filosofía moderna. De su nombre Cartesius, que era la forma latinizada en la que escribía su nombre, se deriva el adjetivo cartesiano usado en el contexto de las matemáticas como: plano cartesiano, punto cartesiano, etcétera.
Después de la temprana desaparición de su madre, Jeanne Brochard, a pocos meses después de su nacimiento, quedó al cuidado y crianza de su abuela, su padre y su nodriza. Fue criado por la atención de una nodriza, a quien permanecerá ligado toda su vida, en casa de su abuela materna. Su madre muere el 13 de mayo de 1597, a los trece meses siguientes de haber alumbrado a René y pocos días, luego del nacimiento de un niño que no sobrevive.Su padre comenzó a llamarle su «pequeño filósofo» porque el pequeño René se pasaba el día planteando preguntas.
Con once años entra en el Collège Henri IV de La Flèche, un centro de enseñanza jesuita en el que permanecerá hasta 1614. Aprendió física y filosofía escolástica, y mostró un notable interés por las matemáticas; La educación que recibió en La Flèche hasta los dieciséis años de edad le proporcionó, durante los cinco primeros años de cursos, una sólida introducción a la cultura clásica, habiendo aprendido latín y griego en la lectura de autores como Cicerón, Horacio y Virgilio, por un lado, y Homero, Píndaro y Platón, por el otro. A los 18 años de edad, Descartes ingresó en la Universidad de Poitiers para estudiar derecho y medicina. Para 1616 cuenta con los grados de bachiller y licenciado en Derecho.

Hizo famoso el célebre principio cogito ergo sum (‘pienso, luego existo’), elemento esencial del racionalismo occidental, y formuló el conocido como «método cartesiano».
Escribió una parte de sus obras en latín, que era la lengua franca de los expertos; y, la otra parte de su producción, en su idioma nativo. Su método filosófico y científico, que expone en Reglas para la dirección de la mente (1628) y más explícitamente en su Discurso del método (1637), establece una ruptura con la escolástica que se enseñaba en las universidades de la época. Toma como modelo el método matemático, en un intento de acabar con el silogismo aristotélico empleado durante toda la Edad Media.
A los veintidós años parte hacia los Países Bajos, donde observa los preparativos del ejército de Mauricio de Nassau para la inminente Guerra de los Treinta Años. En 1618 y 1619 reside en Holanda. En 1619 se enrola en las filas del duque Maximiliano de Baviera. Acuartelado cerca de Baviera durante el invierno de 1619, pasa su tiempo en una habitación calentada por una estufa, donde tiene tres sueños sucesivos que interpreta como un mensaje del Cielo para consagrarse a su misión de investigador. De esa época posiblemente data su concepción de una matemática universal y su invento de la geometría analítica.
Renuncia a la vida militar en 1619. Abandona Holanda, vive una temporada en Dinamarca y luego en Alemania, asistiendo a la coronación del emperador Fernando en Fráncfort. Viaja por Alemania y regresa a Francia en 1622, estancia que aprovecha para vender sus posesiones y así asegurarse una vida independiente. Pasa una temporada en Italia (1623-1625), donde sigue de cerca el itinerario que décadas antes había hecho Michel de Montaigne.
En septiembre de 1649, la reina Cristina de Suecia llamó a Descartes a Estocolmo. Allí murió de una neumonía el 11 de febrero de 1650, a los 53 años de edad. Actualmente se pone en duda si la causa de su muerte fue la neumonía pues los síntomas presentados —náuseas, vómitos, escalofríos— no eran propios de una neumonía.
 

REGLAS PARA LA DIRECCIÓN DEL ESPÍRITU.

1. Dirigir el espíritu de manera que forme juicios sólidos y verdaderos de todos los objetos que se presenten. Tal debe ser el fin del estudio.

Le parece sorprendente que muchos se dediquen sus estudios a saberes particulares, por ejemplo, las ciencias útiles (las costumbres humanas, las propiedades de las plantas, los movimientos de los astros, etc.) y no a la sabiduría general. Si alguien quiere investigar la verdad de las cosas concienzudamente no debe dedicarse a una ciencia particular pues todas están mutuamente enlazadas y dependen unas de otras. Nada nos aparta tanto del camino recto de la investigación de la verdad como dirigir nuestros estudios a fines particulares porque a menudo los mas loables y honestos nos engañan de manera más sutil: cuando cultivamos las ciencias útiles teniendo en vista las comodidades de la vida corremos el riesgo de omitir muchas cosas que son necesarias para el entendimiento.

2. Debemos ocuparnos únicamente de aquellos objetos que pueden ser conocidos por nuestro espíritu de modo cierto e indubitable.

Rechazamos todos los conocimientos sólo probables y establecemos que no se debe creer sino en los perfectamente conocidos y respecto a los cuales no se puede dudar, de todas las ciencias ya constituidas sólo queda la aritmética y la geometría, a las cuales nos lleva la observación de esta regla (están exentas de falsedad e incertidumbre). Para comprender esto debemos tener en cuenta que hay dos caminos para llegar al conocimiento:
Por la experiencia o por la deducción, las experiencias que se refieren a las cosas son con frecuencia engañosas mientras que la deducción (la pura operación de inferir una cosa de la otra) se puede hacer mal.
Sólo la aritmética y la geometría consisten en una serie de consecuencias que deben deducirse por vía racional, por esto son mucho más ciertas que otras ciencias. Pero de esto se ha de concluir que no sólo hay que aprender aritmética y geometría, sino únicamente que los que buscan el recto camino de la verdad no deben ocuparse de ningún objeto que no ofrezca una certeza igual a las demostraciones aritméticas y geométricas.

3. En el objeto que el estudio se propone hay que buscar no las opiniones de los demás a las propias conjeturas, sino lo que se puede ver claramente, con evidencia, o deducir con certeza, porque la ciencia de ese y no de otro modo se adquiere.

En los objetos considerados hay que indagar no los pensamientos de los demás o nuestras propias conjeturas, sino lo que podemos intuir con claridad y evidencia o deducir con certeza, pues la ciencia no se adquiere de otro modo:

Debemos leer los libros de los antiguos, porque es muy beneficioso, sin embargo, es muy común encontrar errores contraídos de una lectura demasiado atenta ya que los escritores manifiestan su posición crítica. Si queremos llegar a la verdad jamás debemos mezclar las conjeturas que hacemos con la verdad de las cosas. Los hombres de estudio, no satisfechos con el conocimiento de las cosas claras y ciertas se han atrevido a afirmar también las oscuras y desconocidas, a las que llegan sirviéndose de conjeturas probables. Pero para no incurrir en este error, hay dos modos del entendimiento por los cuales se puede llegar al conocimiento verdadero de las cosas:

-Intuición:
No es la confianza incierta que proporcionan los sentidos ni el juicio engañoso de una imaginación, sino un concepto que forma la inteligencia pura y atenta sin ninguna duda y que nace sólo de la luz de la razón y que por ser más simple, es más cierto que la misma deducción, la cual, sin embargo, tampoco puede ser mal hecha por el hombre.

-Deducción:
Todo lo que es consecuencia necesaria a partir de otras conocidas con certeza, 2+2 hacen lo mismo que 3+1 y es preciso intuir que 2+2 es 4 y 3+1 es 4, de este modo sabemos que el último eslabón de una larga cadena está unido con el primero (aunque no podamos ver intuitivamente con un único golpe de vista todos los eslabones que constituyen aquella conexión). Aquí distinguimos entre intuición intelectual y deducción cierta en la que esta última se concibe como un movimiento o cierta sucesión, no necesita la evidencia presente (como la intuición) sino que en cierto modo pide prestada su certidumbre a la memoria. De esto se deriva que aquellas proposiciones, que son la consecuencia inmediata de los primeros principios, pueden ser conocidas tanto por intuición como por deducción. Y estas son las dos vías más seguras que llevan a la ciencia, y el espíritu no debe admitir ninguna otra, lo cual no impide creer, que todo lo que sea revelado por Dios es más cierto que otro conocimiento, puesto que, como la fe que tenemos en ello se refiere siempre a lo oscuro, es acto de voluntad no del espíritu.


4. El método es necesario para la investigación de la verdad.
Mucho mejor que buscar la verdad sin método es no pensar jamás en ella, con mucha frecuencia se observa que aquellos que no se dedican al estudio de las letras juzgan con mayor solidez.
Ahora bien, entiendo por método, reglas ciertas y fáciles, cuya rigurosa observación impide que jamás se suponga verdadero lo falso y hace que la inteligencia llegue sin esfuerzos a la verdad.
La inteligencia humana tiene un no se qué divino, y las primeras semillas del pensamiento útiles fueron depositadas en ella de modo que, aun desdeñadas, producen un fruto espontáneo. Experimentamos esto en las ciencias más fáciles, la aritmética y la geometría. Y ahora florece una especie de aritmética (álgebra) que permite hacer con los números lo que los antiguos hacen con las figuras. Y estas dos disciplinas no son más que los frutos surgidos de los principios innatos de este método.
Aunque voy a hablar de figuras y números, sin embargo, no pienso aquí en la matemática usual, sino que expongo otra disciplina que contiene los primeros rudimentos de la razón humana y debe extenderse hasta extraer de cualquier asunto las verdades que encierra, es la fuente de todos los demás conocimientos.
Únicamente se refiere a la matemática todo aquello en que se examina el orden o la medida, es una ciencia general que explica todo aquello que pueda investigarse del orden y la medida sin aplicación a ninguna materia especial. El nombre de matemática universal deriva de que esta disciplina supere en utilidad y facilidad a las demás que de ella dependen.

5. El método consiste en el orden y disposición de las cosas a las que debemos dirigir el espíritu para descubrir alguna verdad. Lo seguiremos fielmente si reducimos las proposiciones obscuras y confusas a las más sencillas, y si, partiendo de la intuición de las cosas más fáciles, tratamos de elevarnos gradualmente al conocimiento de todas las demás.
Todas las cosas pueden distribuirse en distintas series, atendiendo al conocimiento de unas que depende de otras. Hemos de observar:
En primer lugar, todas las cosas pueden ser llamadas absolutas o relativas en la medida que puedan servir a nuestro propósito, no comparando su naturaleza aisladamente sino comparándolas entre sí.
Llamo absoluto, a todo lo que contiene en sí la naturaleza pura y simple a que se refiere una cuestión: por ejemplo, todo lo que se considera como independiente causa, simple, universal, uno, igual, semejante, recto u otras cosas de esta índole, y al mismo tiempo lo llamo lo más simple y lo mas fácil, para utilizarlo en la solución de las cuestiones.
Llamo relativo, a lo que participa de esta naturaleza o al menos de un aspecto de ella, por el cual podemos referirlo a lo absoluto y deducirlo de él siguiendo una serie, pero además envuelve en su concepto algunas otras cosas que llamo relaciones: tal es todo lo que se llama dependiente, efecto, compuesto, particular, múltiple, desigual, desemejante, oblicuo, etc. Y el secreto de todo el método consiste en advertir con cuidado en las cosas lo que es más absoluto.
En segundo lugar, sólo existen pocas naturalezas puras y simples que podamos ver por intuición desde un principio y por sí mismas, independientemente de las demás, en las experiencias mismas o con la ayuda de cierta luz que incita en nosotros, y decimos que es preciso observarlas con cuidado, pues son las que llamamos más simples en cada serie, pero para percibir todas tenemos que deducirlas a ellas.
En tercer lugar, los estudios no pueden comenzar por la investigación de las cosas difíciles, sino que antes de abordar algunas cuestiones determinadas hay que recoger sin ninguna elección las verdades que espontáneamente se presentan y ver después gradualmente si se pueden deducir de ellas algunas otras, y de estas últimas otras, y así sucesivamente.

6. Para distinguir las cosas más sencillas de las obscuras, y seguir con orden ésta investigación, es preciso ver, en cada serie de objetos o verdades deducidas directamente de otras verdades, cual es las cosa más sencilla y la mayor, igual o menor distancia a que está de todas las otras.

7. Para complementar la ciencia, es preciso, por un movimiento continuo del pensamiento, recorrer todos los objetos que se relacionan con el fin que nos proponemos, abrazándolos en una enumeración  suficiente y metódica.

A veces se llega a las verdades por encadenamiento tan largo de consecuencias que cuando llegamos a ellas difícilmente recordamos el camino que hemos seguido y por esto recomendamos un movimiento continuo del pensamiento para suplir la debilidad de la memoria. Pero ese movimiento no debe ser ininterrumpido en ninguna parte, pues extraer demasiado rápidamente una deducción, no recorren toda la cadena de conclusiones con suficiente cuidado para no omitir muchas.
La enumeración es la única que puede hacer que formemos siempre un juicio seguro y cierto sobre cualquier cuestión a la que apliquemos el espíritu y que, por lo tanto, no se nos escape por completo nada y que parezcamos saber algo de todas las cosas. Esta enumeración o inducción, es pues, la investigación de todo lo relativo a una cuestión dada. Es solamente aquella de la cual se concluye una verdad con mayor certeza que la que podría darnos cualquier otro género de prueba, excepto la intuición simple. Cuando es imposible reducir un conocimiento a una intuición no nos quede más camino que el de la enumeración en el cual debemos depositar nuestra confianza. En efecto, si la inferencia ha sido evidente, todas las deducciones inmediatas que hemos efectuado entre una y otra cosa están reducidas a una verdadera intuición. Pero si inferimos algo de numerosas proposiciones separadas, la capacidad de nuestro entendimiento no suele ser suficiente para poder abarcarlas todas con una intuición, en cuyo caso debe bastarle la certeza de esta operación.
Además, esta enumeración debe ser a veces completa, en otras ocasiones distinta y en otras no es preciso que sea lo uno ni lo otro, por eso me he limitado a decir que debe ser suficiente.
He agregado también que la enumeración debe ser ordenada, no sólo porque un examen ordenado es el mejor remedio contra los defectos ya enumerados, sino también porque sucede a menudo que la vida de un hombre no sería lo suficientemente larga para estudiar por separado cada una de las cosas que se relacionan con el objeto que investigamos, ya porque son demasiado numerosas, ya porque las mismas se presentarían repetidamente.

8. Si en la serie de las cosas que examinamos, encontramos alguna que no podemos comprender bien, nos abstendremos de examinar las siguientes porque el trabajo emplearemos será superfluo.

Para no permanecer siempre en la indiferencia respecto al poder de nuestra inteligencia y para evitar que trabaje inútil e irreflexivamente, es preciso, antes de abordar el conocimiento de las cosas en particular, haber examinado cuidadosamente, una vez en la vida cuáles son los conocimientos que la razón humana puede alcanzar. Y para lograrlo mejor siempre se debe investigar en primer término entre las cosas igualmente fáciles de conocerlas que son más útiles.
En nosotros el entendimiento es capaz de ciencia, pero puede ser ayudado o impedido por otras tres facultades, a saber, la imaginación, los sentidos y la memoria.
Después se pasará a las cosas mismas que sólo deberán ser consideradas en cuanto el alcance del entendimiento, y en este sentido las dividimos en naturalezas absolutamente simples y en complejas.
Las simples no pueden ser más que espirituales o corporales o presentar varios caracteres a la vez, en cuanto a las compuestas, finalmente el entendimiento experimenta unas como tales antes de determinar algo de ellas mediante un juicio y a otras las compone él mismo. Es necesario dirigir todas las fuerzas del espíritu a las cosas más fáciles y menos importantes, y detenernos en ellas mucho tiempo hasta habituarnos a ver la verdad clara y distintamente.

10. Para que el espíritu adquiera sagacidad es preciso ejercitarlo, encontrando cosas que hayan sido ya descubiertas y recorriendo las artes, aun las menos importantes, y sobre todo las que explican el orden o lo suponen.

Las dos facultades principales del espíritu son la perspicacia (teniendo la intuición distinta de cada cosa en particular) y la sagacidad (deduciéndolas con método unas de otras). Y, en verdad, el uso que debemos hacer de la intuición intelectual lo conocemos ya al compararlo con la visión ocular. Pues el que quiera ver con un golpe de vista muchos objetos a la vez no verá ninguno distintamente. Aquellos artesanos que se ejercitan en trabajos delicados adquieren con las costumbre la capacidad de distinguir perfectamente las cosas por insignificantes y sutiles que sean, así también aquellos que nunca distraen el pensamiento con varios objetos a la vez, sino que lo ocupan siempre por entero en considerar las cosas más simples y fáciles, adquieren una gran perspicacia. Pero es común en los mortales ver las cosas más bellas cuando son más difíciles.

11. Si después de considerar intuitivamente algunas proposiciones simples, concluimos otras, es muy útil recorrerlas todas con un movimiento continuo del pensamiento, reflexionar sobre sus mutuas relaciones y concebir distintamente y al mismo tiempo el mayor número posible de ellas; porque haciendo esto nuestra ciencia adquiere mucha más certeza y nuestro espíritu mucha mayor extensión.

Para que el espíritu adquiera sagacidad debe ejercitarse en indagar las mismas cosas que hayan sido descubiertas por otros y en recorrer con método incluso las artes humanas más insignificantes, pero sobre todo que manifiesten un orden o lo suponen:

Esta proposición enseña que no debemos comenzar por ocuparnos de las cosas más arduas y difícil, sino que es preciso hacerlo antes por el examen de las artes menos importantes y sencillas, principalmente aquellas en las que impera más el orden como son los oficios del tejedor, del tapicero, o de las mujeres que bordan, etc.…, aritmética, como en ellas nada hay de oculto y que no esté enteramente al alcance del conocimiento humano, nos hacen ver distintos órdenes innumerables y sin embargo regulares, en cuya observación consiste casi toda la sagacidad humana. El método es la simple observación (en estas artes).

12. Es preciso emplear todos los recursos de la inteligencia, de la imaginación, de los sentidos y de la memoria, lo mismo para tener una intuición distinta de las proposiciones simples, que para comparar convenientemente lo que se busca con lo que se conoce, a fin de descubrirle por este medio, o para encontrar las cosas que necesitan ser comparadas entre sí; en una palabra, no hay que olvidar ninguno de los medios que el hombre puede emplear.
Finalmente, es preciso emplear todos los recursos del entendimiento, de la imaginación, de los sentidos y de la memoria, lo mismo para tener una intuición distinta de las proposiciones simples que para comparar convenientemente lo que se busca con lo que se conoce, a fin de descubrirlas, o para encontrar aquellas cosas que deben ser comparadas entre sí, de modo que no se deje de lado ningún recurso de la habilidad humana:
En lo que se refiere al conocimiento: nosotros conocemos y los objetos deben ser conocidos. En nosotros sólo existen cuatro facultades de conocer: el entendimiento, la imaginación, los sentidos y la memoria.
Sólo el entendimiento puede percibir la verdad, pero debe ayudarse con la imaginación y los demás.

13. Cuando comprendemos perfectamente una cuestión, es necesario abstraerla de toda concepción superflua, reducirla a sus más simples elementos y subdividirla en tantas partes como sea posible, por medio de la enumeración.

14. La misma regla debe ser aplicada a la extensión real de los cuerpos; y es necesario representarla completa a la imaginación por medio de figuras claras; de este modo será mucho mejor comprendida por la inteligencia.

15. Es de gran utilidad  trazar estas figuras y presentarlas a los sentidos externos a fin de conservar la atención en el espíritu.

16. Cuanto a las dimensiones que no exigen la atención inmediata del espíritu, aunque sean necesarias para la conclusión, es más útil designarlas con figuras cortas que con figuras enteras; de este modo no se equivocara la memoria y el pensamiento no se verá obligado a dividirse para retener aquellas dimensiones, mientras se aplica a la investigación de las otras.   

17. Se debe examinar directamente la dificultad propuesta, haciendo abstracción de que sean conocidos unos términos y desconocidos otros, y siguiendo por la verdadera ruta su mutua dependencia.

18. Para esto no hay necesidad más que de cuatro operaciones: adición, sustracción, multiplicación, y división; con frecuencia las dos últimas no deben hacerse aquí, por no complicar inútilmente las cuestiones y porque mas adelante podrán ser verificadas con mas facilidad.

19. Por este método es preciso buscar magnitudes expresadas de dos maneras diferentes, suponiendo conocidos términos desconocidos a fin de examinar directamente la dificultad. De esta suerte obtendremos tantas comparaciones entre dos cosas iguales, como magnitudes.   

20. Halladas las ecuaciones debemos acabar las operaciones aplazadas sin servirnos de la multiplicación cuando haya lugar a la división.

21. Si hay varias operaciones de esta especie, debemos reducirlas a una sola cuyos términos ocupen el número menor de grados en la serie de magnitudes en proporción continua, según la cual han de ser ordenados los términos.

 
Lic. en D.  Marcos Fabián Ocampo de la Fuente.     


[1] https://en.wikipedia.org/wiki/Ren%C3%A9_Descartes

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